Richarlison es uno de los tantos futbolistas que han sonado en las últimas semanas para reforzar la delantera del Real Madrid. El brasileño podría ser una buena opción para suplir a Karim Benzema y hacerle descansar en muchos partidos. Es un delantero que te puede garantizar, al menos, 15 goles por temporada, y si llegase al conjunto blanco, aceptaría su rol de suplente sin ningún problema.
El problema de Richarlison, como pasa con otros delanteros que suenan para aterrizar en el Bernabéu, es que el club tiene llena las plazas de extracomunitarios con Rodrygo, Militao y Vinicius. Hasta que el último de estos no consiga la nacionalidad española, el Madrid no podrá fichar a otro jugador no europeo.
Además, Richarlison todavía tiene contrato hasta 2024 con el Everton, y cuenta con un valor de mercado de 48 millones de euros, por lo que la entidad tendría que desembolsar alrededor de unos 60 millones para hacerse con sus servicios. Algo que no está dispuesta a realizar, ya que no quieren gastar grandes cantidades de dinero para fichar a otro atacante.
Los problemas de Richarlison cuando eran niño
La infancia de Richarlison en Brasil no fue nada sencilla. El futbolista del Everton creció en Nova Venecia, en el estado sudoriental de Espirito Santo, que cuenta con fantásticas playas, pero que es más conocido por producir acero y petróleo que futbolistas.Tuvo que recorrer un camino muy duro para llegar hasta donde está hoy.
Cuando tenía 14 años, despreocupado y jugando al fútbol en las calles de Nova Venecia, vivió un desafortunado incidente. En una ocasión, un gángster y narcotraficante apuntó y apretó la boca de su pistola contra la frente de Richarlison. A continuación, le profirió todo tipo de amenazas por invadir (cuando se encontraba jugando al fútbol) su territorio de tráfico de drogas.
"En ese momento tuve mucho miedo. Porque si hubiera apretado el gatillo, todo habría terminado. El narcotraficante nos dijo que si nos encontraba de nuevo nos dispararía sin ningún problema, a mí y a mis amigos. Creo que me confundió con otra persona. Pensó que le estaba robando la droga y que utilizaba el fútbol como forma de disfraz, pero yo sólo estaba jugando al fútbol con mis amigos. Cuando bajó el arma, me di la vuelta y empecé a correr. Nunca volví a esa calle. Y no le dije nada. Tenía mucho miedo", confesó el jugador en una entrevista.