La resaca por Casemiro está siendo dura. A la altura de una ruptura amorosa los caminos del brasileño y el Real Madrid se han separado demasiado pronto. A sus 30 años el jugador todavía podía dar mucho de sí, tras sus exitosas campañas como blanco.
Ahora en el horizonte, el equipo navegará en un paño de lágrimas mientras avista a un nuevo sustituto. Uno de los pivotes defensivos más efectivos de la historia blanca.
Rudo, fuerte, tenaz y comprometido con este escudo, ha sido manejar sus tempos para consolidarse durante siete años consecutivos titular indiscutible en una media de escándalo acompañando a Kroos y Modric.
Casemiro era un todoterreno sobre el verde
Fiel escudero y equilibrista del equipo, su función la cumplía con creces. No había nadie que le hiciera sombra e incluso el futbolista se atrevía con todo. Con más de 350 partidos en las filas madridistas, 15 fueron con el Castilla, ha conseguido anotar 32 goles en toda su trayectoria en Chamartín.
Una cantidad que gusta y sorprende a partes iguales. ¿Quién diría que un pivote defensivo sería tan llegador? Su potencia lo era todo. Una auténtica locomotora en las dos áreas, en la suya para barrer y recoger y en la del rival para enfilar portería siempre que fuera oportuno.
De todos sus goles como merengue, todos a excepción de 1, los hizo con el primer equipo y el otro con el Castilla. Su campaña más goleadora fue la 20/21 en la que anotó seis goles en Liga y uno en Champions.
Aunque de goles importantes se recuerda el que hizo en Cardiff con la duodécima. Partido en el que puso el 1-2 en el marcador, con un auténtico trallazo de fuera del área.
El gol de Cardiff, uno de los mejores de su carrera
El balón salió mordido, pero sirvió para empujar al equipo para la goleada y sacudir todos los nervios que había por alzarse con el título. Sus apariciones eran vitales y siempre sumaba para alentar a sus compañeros.
Un gol suyo era de aquellos que revitalizan los ánimos. Poco a poco fue desarrollando su faceta goleadora, algo que le benefició siempre que llegaba desde la segunda línea.
Destacaba por tener un golpeo seco y potente. El balón salía despedido de su bota de forma contundente y conseguía situarse siempre en el lugar correcto para encontrar el balón muerto y finalizar la jugada.
Tenía olfato goleador. El brasileño desafiaba con la mirada y ese balón solo tenía un dueño y su nombre estaba bordado en la pelota. Los goles de Casemiro ahora deberán repartirse entre muchos otros. Veremos quién es el encargado de hacerlo.