Eduardo Camavinga es una de las mayores joyas con las que tiene la suerte de contar el Real Madrid. El francés fue fichado el verano pasado, procedente del Rennes, a cambio de unos 30 millones de euros. El club blanco consiguió incorporar a uno de los mayores talentos jóvenes del fútbol europeo y por el que suspiraban varios de los grandes clubes del continente. Su contratación se llevó a cabo en el último día de mercado, después de que el PSG rechazara hasta 200 kilos por el traspaso de Kylian Mbappé.
Ya disuelta la CMK, tras la marcha de Casemiro al Manchester United, tarde o temprano, el centro del campo madridista tendrá que dar un salto generacional con la 'CVT' (Camavinga, Tchouaméni y Valverde). Tchouaméni y Valverde ya están consolidados como titulares en el Real Madrid, pero Kroos y Modric siguen estando por delante de Camavinga. No obstante, al igual que el año pasado, el ex del Rennes está disputando muchos partidos y haciendo descansar bastante tanto al alemán como al croata.
Camavinga tiene la total y absoluta confianza tanto de su entrenador, Carlo Ancelotti, como del propio club, que son conscientes que tienen un diamante en bruto que aún hay que pulir, pero que será una joya súper codiciada cuando termine de perfeccionarse.
El día que Camavinga empezó a entrenar con otros niños
Eduardo Camavinga se crio en una comuna de Fougeres, que está a sólo 40 kilómetros de Rennes. Creciendo en esa comuna, al pequeño Eduardo, inicialmente, no le gustaba el fútbol. En ese entonces prefería practicar Judo hasta que su madre Sofía le hizo enfocarse en el fútbol porque rompía muchas cosas mientras practicaba el deporte de combate.
Cuando el pequeño Camavinga tenía 7 años, su madre lo inscribió en un club local, el Drapeau de Fougères, donde dio sus primeros pasos como futbolista. No obstante, su primer día entrenando con el resto de niños del club de Fougeres, no fue nada fácil para él, tal y como desvelaba en una entrevista.
“Cuando firmé por el club, nunca tuve la necesidad de conocer al entrenador. En su lugar, entré al campo y tomé la posesión de una bola con la que jugaban los niños de mi edad. Los esfuerzos que hicieron los niños para recuperar la pelota fueron inútiles. Al final, les arruiné su juego en mi primer día de entrenamiento con ellos”, confesaba el 12 del Real Madrid.